>… delante de mí…
Su larga melena rojiza se balanceaba con un movimiento que a mí me pareció igual al de las olas que acarician la playa. Sus pasos eran relajados y tranquilos y se movía con la complacencia de saberse y sentirse bella.
No pude evitar una sonrisa, pero… él me vio sonreír.
Se puso a mi lado…
– Vaya… es que ahora te gustan las mujeres? -dijo con su tono de depredador cínico y seguro de sí mismo.
No -le contesté – Simplemente me gusta admirar la belleza.
No me respondió… quizá ni siquiera comprendió lo que yo le decía.
<a